Los colombianos guardaremos en
nuestra memoria el 19 de noviembre de 2012, fecha en que la Corte Internacional
de Justicia dirimió el diferendo marítimo entre Colombia y Nicaragua, con una
sentencia, calificada por los expertos, como absurda e incomprensible, que reiteró
la soberanía de Colombia sobre los siete cayos, y quitó aguas territoriales a
nuestro país en el Caribe y se las dio a Nicaragua.
Así las cosas, la victoria
absoluta es del País Nicaragüense, porque llegaron a la Corte de la Haya con
muy poco y salieron con mucho, mientras que Colombia entró con un extenso
territorio insular y marino y salió sin el segundo.
Ante este resultado, preocupa el
tipo de defensa que hizo el cuerpo diplomático de nuestra patria, toda vez que
la canciller ya venía advirtiendo desde meses atrás, que había que “prepararse”
para la decisión salomónica de la Corte, no sé lo que quiso decir la Dra.
Holguín pero parecería que en ese momento tuviera un indicio de cómo se
fallaría.
El “salomónico” fallo de la Corte
Internacional sorprende a los colombianos, contrasta la victoria de conservar
el sistema insular con la derrota por la pérdida una vasta plataforma marina con
sus consabidas riquezas y el consecuente impacto económico en la actividad
pesquera de los nativos, en estas condiciones esta sentencia es adversa a los
colombianos y especialmente a los isleños.
En mi análisis, lo inadmisible de
este fallo no radica tanto en la vasta reducción de las aguas marinas hacia el
norte y hacia el sur del archipiélago, sino en la separación abrupta que se
pretende establecer entre los nativos y su habitad natural, porque el mar es
para los isleños la casa de habitación,
sin temor a equivocarme calificaría este fallo como un factor provocador de alteraciones
del orden natural, del mismo sistema ecológico del que hacen partes habitantes que
históricamente han derivado sus sustento de allí al tiempo que se han esmerado
en conservar la hermosura y la biodiversidad de las aguas esa parte del Caribe
que por alguna razón se la llama el mar de los siete colores. Los isleños
endémicamente han erigido su proyecto de vida, sobre los recursos que generosamente les ofrece el mar, de modo que
ellos mismos son parte del paisaje de ese pedazo de agua Caribe que hoy
pretenden quitarle.
En estos términos los habitantes
del archipiélago, especialmente de Roncador y Quitasueño, las islas que
quedaron enclavadas en medio de las “nuevas aguas” de Nicaragua, a pesar de ser autóctonamente Caribe deben
pedir permiso (tal vez visa) para surcar las olas que por naturaleza les
corresponde, incluso para ir de un islote a otro que geográficamente
corresponde a lo local.
Tal vez estas cosas no la
entendieron ni se las explicaron a los magistrados de la Corte Internacional los
diplomáticos defensores de Colombia, quizás les faltó sustentar esa estrecha
relación que tienen los nativos con el mar y, que les da posesión y dominio sobre sus aguas y
las especies que allí viven. Tan fuertes son estos lazos que estoy segura que ni siquiera esta sentencia internacional podrá
romperla.
Con este episodio viene a mi
mente las sabias palabras del jefe de los indígenas piel roja cuando el
presidente de los Estados Unidos pretendió comprarle su territorio “Nosotros somos parte de la tierra y la
tierra es parte de nosotros”. De igual forma los nativos podrían afirmar
que esas aguas caribeñas les pertenecen porque ellos pertenecen a las aguas del
Caribe.
En resumidas cuentas digamos que
el fallo de la Haya le quita a los isleños el mar que es su patrimonio
existencial, inaceptable decisión.
Indudablemente que esto
constituye un revés para nuestro país, hemos visto al gobierno colombiano
atolondrado, el presidente emitió una alocución ambigua que admite el fallo
pero lo rechaza y le ofrece el plan de inversión social que por años esperaron
los isleños, los congresistas convocan a debate a la cancillería para hacer control
político extemporáneo, la canciller por su parte desvirtúa lo salomónico del fallo,
los medios de comunicación hacen los análisis pertinente, y entre tanto, QUIEN LE DEVUELVE EL MAR A LOS ISLEÑOS?